LA ADIVINANZA COMO ESCAPE

El gran poeta Abraham Ibn Ezra de Toledo era pobre y se sentía miserable, porque no podía ejercer ninguna verdadera actividad. Solía decir así: "Si yo empezara a comerciar con mortajas, no mo­riría nadie; si yo vendiera velas, el sol no se pondría nunca".

Decidió que trataría de buscar mejor suerte en el exterior. Sin embargo, en el mar abierto piratas atacaron su barco y todos los pasajeros tuvieron que pagar un rescate. Cuando le tocó su turno, dijo que él no tenía plata alguna.

Le preguntó el jefe de los piratas: - "¿Con qué quieres pagar para salvar tu vida? ¿Qué quieres darnos para que te devolvamos tu libertad?"

Ibn Ezra les contestó: - "No tengo ni plata, ni piedras preciosas, ni mercadería alguna; mis bienes son mi capacidad de escribir canciones, fábulas y acertijos."

"Si es realmente así" - le dijo el pirata. - "durante los viajes muy largos y a veces aburridos, vamos a tener una entretención con acertijos y adivinanzas. Si tú me das un enigma para descifrar y yo no conozco su solución, recuperarás tu libertad - y si no, tu vida se entregará a la muerte."

 

Ezra le habló así:

 

"Un campo de batalla sin tierra; Rey sin príncipes, reina sin vestidura, corcel sin jinete, soldados sin armas, corredores sin piernas, torres sin ventanas".

El pirata se dedicó a pensar y dijo que él ya había encontrado la respuesta a muchas adivinanzas, pero nunca a una tan compli­cada y tan especial. Un país de esta índole no podría existir jamás, pues se habría convertido hace mucho en el botín de sus enemigos.

Le dijo el poeta: - "Es el tablero de ajedrez y sus figuras".

La adivinanza y su solución le gustaron al jefe de los piratas tanto que dejó a Ibn Ezra en libertad y además, le dio unos cuantos regalos. Este, sin embargo, no quería recibirlos regalos porque estos tenían un origen bastante incierto.

Así que el saber bien utilizado puede salvar la vida.  

 

 

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