SAÚL EL PREGUNTÓN

Aunque Saúl era un muchacho joven, tenía muchas preguntas que siempre le molestaron. Por ejemplo, quería saber por qué crecía el pasto; cómo están colgadas las estrellas y la luna en el cielo; a dónde corría el agua con tanto ímpetu; por qué existe gente mala en el mundo; y también, por que hay tantos pobres en él. Pero estas no eran sus únicas preguntas.

Saúl se preocupaba por todo y nunca podía liberar su mente de los problemas. Trataba de encontrar gente que contestara sus preguntas, pero nadie podía darle informaciones satisfactorias. Ya estaba cansado de preguntar a su madre, por que ella lo apaciguaba siempre con estas palabras: - "Espera hasta Pésaj, cuando tengas que hacer las cuatro preguntas. Después, puedes hacer otras más sobre todo aquello que te preocupa".

Había escuchado esta excusa tantas veces, que ya no le prestaba atención. Pero al fin, cuando ya no encontró a nadie quien le contestara, decidió esperar hasta Pésaj, cuando le pidieran que recitara las Cuatro Preguntas. Siguió pensando en eso tan intensa­mente, que le parecía muy probable que durante el servicio del Seder, tendría la posibilidad de tener las respuestas a sus pregun­tas. Ya no veía el momento de que llegase la Fiesta de Pésaj.

Antes de la noche del Seder, Saúl ayudó a su madre a limpiar la casa y colaboró con mucho esmero. Quedó tan cansado que antes de que llegue el momento de las cuatro preguntas, se quedó dormido al lado de la mesa y su padre lo llevó a la cama.

 

Se puede imaginar lo defraudado, ¡que se sintió la mañana siguiente! No sólo por no haber podido participar en el Seder, sino porque se le pasó la oportunidad de hacer las muchas preguntas que le preocupaban. Seguramente no va a olvidarlas esta noche, la se­gunda noche de Seder. Va a pellizcarse para permanecer despierto y. por fin, Saúl quedó despierto.

Llegó el momento en que debía recitar las cuatro preguntas. Las leyó muy rápidamente, porque necesitaba mucho tiempo para hacer sus propias preguntas. Pero apenas las terminó, su padre siguió con el servicio y las preguntas de Saúl quedaron en la punta de su lengua.

Eso molestó tanto a Saúl, que comió un pedazo grande de raíz picante, lo que hizo arder mucho su boca, y empezó a toser. Su padre le dio un poco de vino para aliviarlo y para que la raíz picante bajara de la boca. El sabor del vino era rico y le alivió la garganta ardiente, pero Saúl tomó demasiado y se quedó dormido.

Cuando despertó a la mañana siguiente, hizo esta anotación en su cuaderno: "Si estás haciendo demasiadas preguntas, se te quema la boca con raíz picante".

 

 

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