LA SERPIENTE AL REDEDOR DEL CUELLO DEL EMPERADOR
Hace mucho tiempo, en la comunidad de Lemberg en Polonia el Emperador José II decidió expulsar a los judíos. Les dio 48 horas para abandonar la ciudad. La comunidad decidió mandar una delegación de personas muy respetadas a la Corte de Viena y pedir muy encarecidamente al Emperador, que anulara esta disposición.
Vivía por aquel entonces en ese lugar un pobre sastre, que pidió insistentemente que le incorporaran a la delegación. Se burlaron de él y se le negaron su petición. Cuando los señores de la delegación subieron al carruaje, y ya se encontraban casi a mitad de camino, vieron que el pequeño sastre estaba sentado en la escalerilla de la carroza. La hicieron detener con mucha rabia y lo expulsaron. Sin embargo, el siguió el camino en forma escondida, hacia Viena.
Allí le preguntaron, qué es lo que quería del Emperador. Les contestó que deseaba mostrarle un acto de magia. Los judíos, muy encolerizados, le hicieron muchos reproches.
"Nosotros venimos acá, con todo apuro, para hacer anular un decreto maligno contra nosotros, ya que el plazo para la expulsión se acerca minuto a minuto. Y tú ¿no tienes nada mejor en tu cabeza que estúpidos trucos de magia?"
En ese minuto, se abrió la puerta de la sala de recepción y ("1 Emperador hizo entrar a la delegación. Cuando vio a ese judío tan cómico, le pidió que se acercara él primero. Muy irritada y casi congelada quedó la delegación en sus asientos.
En su despacho, le preguntó el Emperador al pequeño sastre, qué era lo que él quería. Y éste le contestó así: "En este bolso se encuentra todo lo que tú anhelas para ti. Yo sólo tengo que abrirlo y tu deseo se tornará en realidad."
El Emperador pensó así: - "Si yo deseara dinero, piedras preciosas u otras cosas de éste estilo, puede ser que, casualmente, se encontraran allí dentro. Voy a engañar a ese judío."
En el acto mandó a cuatro soldados a su cámara de tesoros para verificar, si la corona imperial, la única existente en este mundo, se encontrara allí. Cuando el enviado volvió y anunció que la corona está muy bien cuidada, dijo el Emperador al judío: -"Quisiera sacar del bolso mi corona imperial."
Para su gran asombro, dijo el pequeño sastre al emperador: - "Nada más fácil que eso. Pon tu mano adentro y sácala".
Pasmado, el Emperador metió la mano con mucha curiosidad en el bolso y sacó de allí - una boa enorme. Esta serpiente, muy peligrosa, se retorció en seguida alrededor del cuello del Emperador y amenazó matarlo con su mordedura. José II pidió al sastre que, por favor, lo libere de éste peligro mortal, pero el sastre le dijo: "Primero, debes firmar la anulación de la expulsión de los judíos."
El Emperador la firmó en seguida y la serpiente regresó al bolso.
Cuando la delegación volvió a Lemberg con la noticia alegre, justamente había un entierro. El muerto era el sastre. Entonces se puso en evidencia que el pobre sastre era ni nada más ni nada menos, sino una de las "personas secretas", uno de los treinta y seis judíos justos, que tenía la tarea de salvar a sus congéneres en los tiempos difíciles, cuando estaban en gran peligro. Apenas cumplen su tarea, se conoce su personalidad. Tienen que dejar este mundo y entregar su lugar a otro. El número 36 es un número fijo, no puede haber ni uno más, ni uno menos, por eso no podía continuar viviendo el pobre sastre.
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